Las sombras del pasado…

Al salir del escenario me tropiezo con un cable,

̶ De verdad, que me voy a matar algún día ̶, digo enfadada a Lidia. Ella me está esperando como siempre detrás del telón, lleva haciendo lo mismo durante casi quince años.

̶ Disculpa Sara, hablaré con los técnicos ̶, me contesta con la voz entrecortada.  Últimamente esta mujer me pone nerviosa, hoy su aspecto me molesta más que otros días. «¿Lo hace apropósito o realmente no sabe vestirse? ¿Es tan difícil aparentar a una mujer y no a una hormiga? Trabajadora, útil, pero… tan pequeña…tan… pelirroja, dan ganas aplastarla… «, me interrumpo a mí misma » ¿estás loca, Sara? ¿Qué vas  hacer sin ella? Si es la mejor asistente que has tenido». ̶ ¡Debes estar pendiente de todo, Lidia, de todo, ¿lo entiendes?! ̶

La miro, veo sus enormes ojos humedecerse y sus mejillas enrojecer con una velocidad que creo debe alertar de que me estoy pasando, pero no siento ni un ápice de pena, hace mucho que he dejado de sentir fuera del escenario. “¿Porque ella siempre se disculpa por algo que no lo ha hecho?¿Qué sé de ella realmente?… Una niña del orfanato, parece ser que en algún momento de locura quería ser actriz, pero acabó siendo mi ayudante… buena ayudante, sí, pero… yo ni si quiera le he preguntado alguna vez si tiene amante, novio… ¿Qué hace en su tiempo libre?”  De repente,  siento temblar mis piernas, “¿Y si es ella? ¿La que…?”

̶ Lidia, recoge las flores y llévalas para el camerino, bueno, tú ya sabes, lo que tienes que hacer ̶.

Para llegar a mi camerino atravieso un largo pasillo, veo a mis compañeros, los aborrezco, aunque ellos no se dan cuenta de ello…soy buena mintiendo, muy buena. Escucho los golpes de las puertas cerrándose, los murmullos detrás de ellas, pero no me interesan los cotilleos del teatro.

Cuando llego a mi cuarto, ya está todo preparado: mi agua, el algodón, los desmaquillantes, siempre tengo varios, mis cremas y el maquillaje de Chanel para “después”. Al quitar la máscaras de mis heroínas, siempre me vuelvo a maquillar, nadie jamás me había visto sin pintarme, ni siquiera mis amantes.

El camerino está impregnado de olor floral, hay uno que predomina, me molesta, pero no consigo reconocerlo…Todos los ramos ya están cuidadosamente colocados en los floreros. Hubo tiempo, me faltaban los jarrones para todas las flores que me regalaban mis admiradores. Pero los últimos meses mi vida vuelve estar envenenada por el miedo, ya no soy la misma y lo sé, y el público también lo sabe. La cantidad de ramos, la intensidad de las ovaciones me advierte de ello en cada una de mis apariciones en el escenario.

Me siento delante del tocador. Es mi tiempo de paz, nadie se atreverá molestarme en los próximos cuarenta minutos, mi fiel ayudante se preocupara que sea así.

Mis movimientos son automáticos, las manos saben qué cantidad de desmaquillante echar en el algodón, conocen cada una de mis arrugas y parecen tener su propia conciencia por moverse con esa precisión con las que actúan sobre mi cara.

Poco a poco, escama tras escama, descubren mi verdadero rostro.

“Así soy yo, estos son mis ojos, son mucho más pequeños sin el delineador, se inundan cada vez más… que pocas pestañas me quedan…Odio esa nariz…Si mis admiradores mi vieran ahora, ¿qué dirían?…admiradores, son unos desagradecidos… si volviera atrás…nunca hubiera hecho… ¡deja pensar en aquello! Hmm… ¿porque últimamente está tan callada Lidia? Nunca ha sido habladora, pero ahora es diferente, lo noto. Seguro que sabe algo de estos mensajes, ella siempre sabe todo… ah, estas cejas, también desaparecen, pronto ni el maquillaje me podrá ayudar. Por lo menos, hoy no ha llegado ninguna nota… Estoy cansada, que cansada estoy…” Presiono los ojos con los dedos, me alivia un poco el dolor que siento, últimamente me afectan más las luces de focos del escenario, “debería pedir cita al oculista”.  El sonido de un pincel caído me distrae por un momento, al levantarlo del suelo mi vista se clava en una foto de mi casa de Italia, “Qué bonita es… ¿Y si todo lo que está pasando, pasa por alguna razón? ¿Qué me importa la fama? … ¿Por qué me preocupa tanto perderla? Por fin, podré librarme y volver a mi casa de Bologna, ahí me siento tranquila, incluso puede ser que empiece  sentir algo… Y en Italia sí que nadie sabrá nada de mí… ¿Cuándo me convertí en esta momia que me mira desde el espejo? Será cuando enterré a mi madre, en el cementerio, ya…en un hombro mío lloraba mi hermana y en el otro, mi padre. Yo era la única que no derramé ni una lágrima. Creo que estaba congelada, pensé que era por el maldito octubre…odio el frío. ¿Pero por qué no lloré? Yo la quería, solo ella veía en mí a una mujer… Me acuerdo… oí una voz, «ahí estaba ella, toda de negro, soberbia hasta en su desdicha, pero aun así preciosa, incluso en este instante tan triste».  Dios, como quería ser guapa, que tonta…, desvariaba… Una parte de mi, se despedía de la única persona que me comprendía como nadie, la única que conocía mi secreto… ella no solo era mi madre sino mi cómplice, y otra mujer dentro de mí, miraba a si misma desde fuera y veía todo el entierro como una puesta en el escenario donde yo era la heroína principal, yo, y no mi madre…Dios, la echo de menos, no puedo hablar con nadie más…aunque, debería odiarla, ¿no? Su miedo es lo que me obligo hacer aquello… miedo a mi padre. Es curioso, ella no creía que yo pueda ser actriz, mi padre sin embargo sí, pero no quería que lo fuera, claro “todas las actrices son putas”, era su condena. Ha-ha, al final, todas tus lecciones papá, me han llevado donde estoy, si tú supieras cuánta razón tenias, he tenido que pasar por tanto y tantos… Todavía resuena en mi cabeza, “tú no eres guapa, eres como yo, hija, ¡fea, pero que muy fea! Pero eres muy inteligente y tienes que ganar el mundo con tu mente y no con…los hombres solo querrán de ti una cosa…tenlo siempre en mente, hija”, aprendí muy bien de ti, papá, sabía muy bien lo que ellos querrían,… y yo se les he dado, pero no gratis. Gratis no hay nada en esta vida, papá. Al menos, yo cobré caro…pero también pagué caro, estoy sola, papá, completamente sola.”

Tiro el último algodón sucio. Mi cara ya está limpia, antes de volver a ponerme nueva máscara, estoy estudiando mi rostro de nuevo, veo como el reflejo de la inquietud de estos meses distorsiona mi imagen. “Que fría es la crema, umm, me gusta…”  Mis dedos están embadurnados de crema, la están introduciendo en cada poro de mi piel con tal esmero que mi cara enrojece. Intento sonreír a mí misma, incluso hago un guiño a mi reflejo, pero algo me molesta y no permite relajarme, algo ronda por mi cabeza…  “Secreto, ah…mi secreto. No puedo más, Dios sabe que no puedo. Tres meses, ya son tres meses, todos los días llega esta nota diciendo que lo sabe todo sobre mí… ¿quién puede ser, algún periodista buscavidas? Otra vez, este miedo, creía que lo había olvidado… mira por donde, al final, siento algo…aunque sea solo miedo ser descubierta, bueno, parece ser que hoy no ha llegado nada… ¿pero qué ruido es ese?”

̶ ¿Que pasa ahí? ¿Quién está tocando la puerta?… ¡Lidia! ¡Lidia! ¿Qué pasa? ̶

̶ Han traído un ramo más y lo quieren entregar personalmente ̶.

̶ ¡No! Eso no, tráeme el ramo tú… Espera, ¿quién lo trae?̶

̶ ¡Una mujer joven! ̶

Mi corazón empieza palpitar, me levanto de la silla demasiado rápido, la crema se cae de mis manos, se me corta la respiración, «¡Dios, es ella, la da los mensajes, seguro! ¿Pero cómo…?»

̶ Lidia, dame el ramo y dile que me espera fuera,… no, que se vaya, ¡no quiero ver a nadie! ̶

Se abre la puerta y Lidia entra sin levantar la vista, sabe que ya estoy desmaquillada y no quiero que me vea, deja el ramo y se va, pero desde la puerta y sin girar la cabeza dice con esa rara voz suya,

̶ Lo siento, Sara, no se va, la está esperando ̶.

Yo cojo el ramo, el olor a rosas recién cortadas me abruma, abro el pequeño sobre y con las manos temblorosas saco la nota, mis piernas no aguantan más el peso de mi viejo cuerpo. Ahí estoy, tirada entre las rosas esparcidas por el suelo junto a la última nota que contiene solo dos palabras

̶ Hola, mamá… ̶

©Natalia Koer

2 comentarios en “Las sombras del pasado…

  1. Muy interesante la trama. Detalles de vida. Las arrugas fueron dando el ritmo de la narración. Su intimidad en su camarín. Una asistente fiel. La única que podría mandarle el último ramo de flores era su madre, pero no lo pensé. Hermoso final.

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