El armario era una reliquia que la abuela de la niña le había dejado en herencia antes de que ésta naciera.
El tallado de la madera del armario, el color, los delicados adornos representando unos exóticos paisajes y animales señalaban los orígenes extraños no identificados de esta verdadera joya. El olor a las épocas pasadas y el brillo de su barniz en el cual se reflejaba el sol entrando por la ventana del dormitorio, todo en este insólito objeto llamaba la atención de la niña. Nada más habiendo aprendido a gatear, ella abría sus puertas y se metía dentro quedándose dormida ahí más rápido que en su cuna.
Pronto, con apenas cinco años recién cumplidos, la niña había comprendido que el armario era mágico. Aquel día ella había roto el regalo de su padre, una muñeca de porcelana que él le había traído de uno de sus viajes. La muñeca le daba miedo y la tiró por la ventana. El enfado de su padre la hizo correr por la casa hasta su habitación e instintivamente buscar el refugio en su armario. Se cerró los ojos en un intento de borrar la imagen del cinturón del padre en su mano.
̶ Un, dos, tres, desaparezco de una vez ̶, repetía sin parar tratando de fusionarse con el interior del armario.
Era la primera vez que su padre no la encontró, ese día la niña tuvo suerte…
Así es como el armario se convirtió en su salvación, aunque no siempre tenía suficiente tiempo como para acudir a él en busca de la ayuda.
Por supuesto, cuando la niña se convirtió en una mujer y se caso, el armario era parte indivisible de su dote.
Cuando su marido la pego la primera vez por haber doblado mal su ropa de trabajo, ella no pudo esconderse en el armario. La ida de su marido, hasta entonces una persona educada y amable, la había cogido desprevenida.
Ella cayó al suelo con el primer manotazo.
̶Así aprenderás a valorar lo que tienes y lo que se te da ̶, se retumbaba en su cabeza la misma frase, la voz de su marido cada vez más se le parecía a la de su padre.
Mientras recibía los golpes y patadas, recitaba “un, dos, tres, desaparezco otra vez”…e intentaba proteger a su vientre a toda costa.
Al día siguiente, su marido encontró un trozo de papel en la mesa de comedor.
“Estoy en mi armario” decía la nota, pero cuando él lo abrió no había nadie dentro.
La buscaron por todas partes durante casi un año, pero el caso es, que nunca más la volvieron a ver.
El símbolo del armario que la protegió cuando niña y la liberó de grande. Crudo. Muy bueno.
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Gracias Carlos. Pues si, la salva…Esta historia esta llena de metáforas, no es muy típica para mi, pero me ha salido de un suspiro… me alegro que te haya gustado.
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Me gustó mucho esa historia. Me alegro de haber venido hasta aquí desde tu cuenta de Instagram.
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Muchas gracias por tus palabras, gracias de corazón!
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